Buba-Cighniao

En la azotea de su edificio, Matías quemó las cartas de su novia. La idea de la hoguera había nacido cuando una receta psiquiátrica hizo que ella se desvaneciera junto con el desorden de personalidad múltiple. El humo de las cartas se confundía con las nubes de otro verano urbano.

Fernanda recibió en su casa a su hermana y sobrina que veían desde Australia a arreglar algunas tediosísimas burocracias, y -de paso- visitar a la familia en México. Y se sintió tonta de sorprenderse de que esa simpática y despierta niña de ocho años fuera su sobrina. Ya que la madre de la niña bilingüe tenía que arreglar algunos trámites, Fernanda se encontró en la extraña situación de atender a esa familiar prácticamente desconocida, pero también muy cercana. Pronto se sintieron comodas una con la otra, y después de un rato de platicar en una mezcl

Después de aventar el cuchillo por la ventanilla, limpió de su cara la gota de sangre que la había alcanzado; su imagen desde el pequeño espejo de mano -su única cómplice- le devolvió tranquila y sonriente la certeza de que nadie la atraparía. Bajó de un brinco el autobús escolar.

Acaricias mi mejilla, que cerca estas... Pero antes de que me beses reconozco su olor. Abro los ojos. Me volteo bruscamente. Tomas mi mano tratando de detenerme, y te miro con reproche mientras me suelto de ti. Mis pasos suenan en el mármol. No soporto el perfume de la primavera.

Me acercaste a sus ojos, me ayudaste a no tener miedo. Oímos como caminó lejos y besaste el suelo donde cayeron mis lágrimas. Tu tacto suave me hace sentir más mujer que nada, pero no te quedes mucho, que dueles después de un rato. Mi dulce par de zapatos altos.

Me invitas a comer a un lugar caro. Me preguntas y te hablo de chocolates, de la mala música, de retórica, de una película de vampiros y una novela japonesa; no me resisto a decirte lo mucho que te quiero, pero hace rato que ya no me escuchas: maldito narcoléptico.

Esteban y Fernando se pelearon, después de ser amigos por tantos años. Estuvieron juntos desde la secundaria, y se sentían absolutamente identificados. Nunca había habido problema con que escucharan la misma música, leyeran los mismos libros y vieran las mismas películas. El problema ocurrió cuando se enamoraron del mismo hombre.